
La falta de concentración y la relajación en momentos puntuales son alguno de los motivos que han privado al Málaga de haber conseguido en muchos encuentros la victoria, aunque la principal causa reside en la labor del entrenador. Su conformismo y su incapacidad a la hora de leer los partidos se corroboran cada vez que el equipo se ve por delante en el marcador. Las consignas del asturiano son claras: dejar al contrario llevar las manijas del encuentro y encerrarse atrás, siendo asediados y acosados por el rival. Las consecuencias las define bien el refranero “tanto va el cántaro a la fuente...”.
Pero lejos de caer en el pesimismo e impedir que aparezca el fantasma del descenso, el Málaga cuenta con factores a los que aferrarse. A pesar de haber logrado únicamente dos triunfos, encadena una racha de ocho partidos (diez si contamos los de copa) sin conocer la derrota. Si a esto le sumamos la presencia de varios equipos que no consiguen despegarse de los últimos puestos, casos del Tenerife o Valladolid, la realidad se puede ver de una manera positiva y la permanencia como un logro más que posible.
A un punto de la salvación, la próxima jornada debe considerarse una final. No solo por el hecho de jugar en La Rosaleda y de ocupar puestos de descenso, sino también por la disputa de otros encuentros que jugarán equipos implicados en esa zona peligrosa (Zaragoza-Xerez, Racing-Valladolid, Osasuna-Espanyol y Almería-Tenerife). Un triunfo resultaría vital y esperanzador para el devenir del Málaga, aun a años luz de su máximo nivel pero con evidente margen de mejora.
