miércoles, 28 de julio de 2010

Arranca una nueva era

Hace cuatro años, el Málaga estaba sumido en una crisis deportiva, económica e institucional. La pérdida de categoría en una aciaga y desastrosa temporada, la deuda que acrecentaba por una mala gestión de los propietarios peligrando el futuro del club, o el distanciamiento patente entre la directiva y los aficionados eran algunos de los motivos más que suficientes para sumergirse en un ambiente convulso, inquietante, preocupante, presagiándose un fatídico porvenir.

Pero un atisbo de esperanza comenzó a planear sobre el seno blanquiazul. La inmobiliaria malagueña UNICASA y un grupo de inversores madrileños se interesaron por la situación del club, siendo estos últimos los que adquiriesen el control de la entidad con Lorenzo Sanz como principal inversor y su hijo, Fernando, aún integrante del plantel malaguista, como cabeza visible de este nuevo proyecto.

Desde entonces, el balance no ha podido ser más positivo: el saneo de un club endeudado hasta las orejas con un proceso concursal de por medio y la consolidación del equipo en Primera División son, principalmente, los logros más importantes del máximo mandatario.

Tras años de sufrimiento y después de una temporada difícil, con una agónica salvación en la última jornada, el nuevo curso se presentaba sin novedades. Siempre con el mismo objetivo, mantener la base del equipo, realizar fichajes a coste cero y obtener la permanencia. Pero una noticia revolucionó no solo el panorama local y nacional, sino también internacional: un jeque procedente de Oriente Medio, concretamente de Qatar, estaba dispuesto a comprar el Málaga.

Este hecho, insólito en el fútbol español, trajo consigo una máxima expectación e ilusión en la parroquia malaguista, que no dudaron en renovar y adquirir los nuevos abonos a ritmo de récord para la campaña venidera.

Así, pues, el 27 de julio de 2010 quedará marcada en la memoria del malaguismo como la fecha en la que se oficializó el traspaso de poderes y se abrió una nueva época en el Málaga. El tiempo se encargará de juzgar esta apuesta arriesgada pero alentadora.

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