
Pero ante la mala suerte, que se cebó de nuevo con el conjunto entrenado por Pellegrini, y la labor del árbitro, que por enésima vez perjudicó al equipo, poco se puede hacer.
Tras una primera parte de dominio malaguista, llegó la debacle. El Sevilla, que dejó en evidencia sus limitaciones y demostró el porqué de su puesto actual en la tabla clasificatoria, se alió con la fortuna y consiguió adelantarse en el luminoso. Romaric, desde una posición lejana, ejecutó un disparo que se adentró en la portería defendida por Asenjo, después de rebotar el esférico en Baha (incomprensible su continuidad en el equipo).
Jarro de agua fría al que el Málaga pronto se hubiera repuesto si el árbitro impartiese la justicia que se le supone sobre el terreno de juego. Un claro penalti no señalado por el trencilla se interpuso en la reacción local, privando al conjunto malacitano de recortar distancias en el marcador y de luchar por obtener la renta necesaria para acceder a la siguiente fase copera.
Diluido el sueño de la Copa, toca centrarse en el campeonato liguero y cosechar, cuanto antes, el principal cometido en esta temporada, la permanencia.

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