martes, 18 de mayo de 2010

¡Lágrimas de alegría!

En un final no apto para cardíacos, el Málaga logró un decisivo punto para alcanzar la permanencia y codearse, por tercer año consecutivo, con los grandes del fútbol español.

La dinámica negativa en la que se encontraba el equipo, el pesimismo que reinaba en un amplio sector de la afición, la peligrosa remontada de los implicados en la zona de descenso, la dependencia de otros resultados... y, sobre todo, la visita del Real Madrid hacían presagiar una tarde de infarto. Además, las estadísticas no acompañaban puesto que el Málaga, bajo la actual denominación, nunca había conseguido derrotar al conjunto madridista.

Noventa minutos restaban para saborear la gloria o para escribir un nuevo capítulo triste y amargo en la historia malaguista. Esos motivos desesperanzadores quedaron aparcados por los aficionados que, una vez más, poblaban las gradas de La Rosaleda para darle un último aliento a su equipo. Y tras el pitido inicial, la suerte quedó echada.

Y esa suerte acompañó al Málaga en el momento más importante de una temporada recordada por los infortunios: continuas lesiones de los integrantes de la plantilla, numerosas y lamentables actuaciones arbitrales, malos planteamientos del entrenador, fallos clamorosos ante la portería rival...

Un gol de Duda a los nueve minutos hacía derramar las primeras lágrimas en la parroquia malaguista. Además, los resultados favorecían sus intereses y la tan ansiada permanencia ya no se divisaba desde la lejanía. Pero, al comienzo de la segunda parte, Van der Vaart igualó el marcador y provocó el temor en la grada: otro tanto del Real Madrid o uno del Tenerife descendía al Málaga.

Los transistores echaban humo. Cada portador transmitía a sus cercanos el carrusel de resultados en los demás encuentros. El Racing cumplía con los pronósticos derrotando al Sporting; el Valladolid estaba siendo vapuleado en su visita al Camp Nou; el Xerez era incapaz de conseguir los tres puntos ante un Osasuna que no se jugaba nada, y el Tenerife no pasaba del empate en Mestalla.

Los minutos transcurrían, el Real Madrid buscaba la victoria, Munúa desbarataba cualquier ocasión y el tiempo reglamentario comenzaba a llegar a su fin. Y fue, entonces, cuando llegó la noticia esperada: un ex malaguista, Alexis, adelantaba al Valencia.

La Rosaleda se inundó de sentimientos, emociones; rebosaba la alegría por cualquier esquina del recinto; amigos, familiares, malaguistas se enfundaban en abrazos eternos... y al unísono retumbó el cántico soñado: ¡MÁLAGA ES DE PRIMERA!